A veces, en la vida, un pequeño detalle sin importacia aparente, actúa como el resorte que provoca un cisma, un completo descuadre en el cosmos de bolsillo en el que existimos. Toda una serie de problemas, dilemas y sistemas patéticos y ridículos de encubrimiento de carencias, quedan expuestos sin piedad a la luz de los ojos de uno mismo.
Casi siempre, casi todos, vamos dando tumbos por el mundo sin saber muy bien cómo, por qué, a dónde y, lo más importante, por quién, retozamos en lo más sucio de lo humano; nos lanzamos a precipicios que, primero, cavamos; o damos vueltas sin sentido hasta la extenuación y el mareo. Hay afortunados, elegidos, que saben muy bien su propia respuesta a cada pregunta; pero a la mayoría, creo... a mí, al menos, sí..., el primer don que se nos otorgó al nacer es el de la equivocación. Nada de caminos rectos, de vocación pura, clarividencia. Error y ensayo hasta la muerte, y no de modo casual, no. Si no como método de decisión y un eternamente fiel, aunque cruel y jocoso, compañero.
Para evitar a este amigo traicionero, para no llegar al cisma tropezando en el pequeño detalle, para no distraernos más de lo justo, los vulgares guerreros de la vida sólo tenemos un sistema, que consiste en recordarnos continuamente lo que nos importa. El sistema, solo consiste en contestarnos esas preguntas vitales con sinceridad contínuamente, en cada toma de decisión, en cada detalle: ¿Por quién? ¿A dónde? ¿Por qué? ¿Cómo?
No es una locura, ni es imposible, es respeto hacia uno mismo y hacia el resto.
Hoy tropecé en un pequeño detalle.
Un abrazo.
Casi siempre, casi todos, vamos dando tumbos por el mundo sin saber muy bien cómo, por qué, a dónde y, lo más importante, por quién, retozamos en lo más sucio de lo humano; nos lanzamos a precipicios que, primero, cavamos; o damos vueltas sin sentido hasta la extenuación y el mareo. Hay afortunados, elegidos, que saben muy bien su propia respuesta a cada pregunta; pero a la mayoría, creo... a mí, al menos, sí..., el primer don que se nos otorgó al nacer es el de la equivocación. Nada de caminos rectos, de vocación pura, clarividencia. Error y ensayo hasta la muerte, y no de modo casual, no. Si no como método de decisión y un eternamente fiel, aunque cruel y jocoso, compañero.
Para evitar a este amigo traicionero, para no llegar al cisma tropezando en el pequeño detalle, para no distraernos más de lo justo, los vulgares guerreros de la vida sólo tenemos un sistema, que consiste en recordarnos continuamente lo que nos importa. El sistema, solo consiste en contestarnos esas preguntas vitales con sinceridad contínuamente, en cada toma de decisión, en cada detalle: ¿Por quién? ¿A dónde? ¿Por qué? ¿Cómo?
No es una locura, ni es imposible, es respeto hacia uno mismo y hacia el resto.
Hoy tropecé en un pequeño detalle.
Un abrazo.
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