Atas mi mano de caña, con tu mano de arena de playa
y brillante trigo,
y estoy libre, fresco, soy la ventisca.
Tomas mi pupíla por lago salado, y mi lengua,
sentido y alimento
para cosechar el maná de tu espalda y tus senos.
Haces rehén a mi mente, tu lúcido cañón en mis sienes
y soy converso convencido
a la ley del ave de papel y la marea rota del sueño cambiado.
Lleno de luz, desbordado.