Quien quiere cambiar las cosas, busca la manera. Quien no, busca la excusa.

18.7.07

Mi nueva cachorrilla.

Ayer adoptamos a nuestra segunda 'hija'.

Pandora, así se va a llamar; lejos de místicas y mitologías, se debe a un bohemio bar cafetería de Madrid en el que echamos las horas muertas Patri, yo y casi cualquier afortunado que ponga el pie en un lugar tan agradable.
Y ahora las fotos del pequeño corazoncillo con patas que se ha metido en mi casa y en mi vida:

Pandora, como muchos otros, no ha tenido suerte en la vida hasta hace 1 semana. No sabemos mucho de ella, excepto que perteneció a un cazador, ya que tiene amputado el rabo a la medida tradicional de los bracos alemanes usados para la caza; que su dueño, suponiendo que no sea un puto desgraciado (para lo cual he de realizar un muy duro esfuerzo, la verdad), si que era un bárbaro, ya que la manera en que tiene cortado el rabo es como mínimo 'ruda'; y, además, no conoce o no quiere conocer la legislación española, que dice que un perro debe tener microchip indentificativo puesto; obviamente, Pandora no lo tenía.



La parte más triste de este pequeñito ser es lo que ha tenido que pasar para llegar hasta nuestro hogar. La pobrecilla mía llegó desangrándose por casi todas partes y comida por los parásitos y el frío a la puerta de la casa de Begoña, una santa, conocida de una conocida de una amiga nuestra, Isabel, que con Pedro, tiene en casa a una increible galguita greyhound llamada Mussetta. El caso es que esta chica, Begoña, la metió en casa, hizo lo que pudo con ella, la llevo al veterinario, gastándose más de 400 euros en curas, pruebas y medicamentos y, para rematar la faena nos ha encontrado a nosotros, que tampoco vamos a escatimar ni esfuerzos ni dinero en ella.

Ayer fuimos a recogerla al veterinario y lo primero que hizo cuando salió del interior de la consulta fue tirarse encima mía buscando cobijo y dándome besos, demostrando que la intuición de estos bichitos está mucho más evolucionada que la de la mayoría de seres humanos; y, por que no decirlo, consiguiendo tenerme 'en la palma de su mano' en 2 segundos.

Lo que vi, sentimentalismos aparte, fue una preciosa cachorrilla con montones de heridas supurando, puntos de sutura, grapas y postillas que daban fe de la mala vida que le habían dado a una pequeña inocente llena de vida. Hablamos de posibles palizas, mordiscos de otros perros y disparos; de la mala suerte que puede resultar para un perro, sobre todo si es de caza, nacer en España.


Por fortuna, todos no somos así y gracias a Begoña, al personal de la clínica, a Isabel y a Pedro, a Patri - mi niña -, a toda la maravillosa familia canina de Las Vistillas y a todos los que son como ellos, estoy seguro de que estas cosas van a cambiar, aunque sea despacito.
Un abrazo a todos.

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