Quien quiere cambiar las cosas, busca la manera. Quien no, busca la excusa.

23.4.12

Mis vidas.

Las primera vez que me morí, no me morí, me mataron, y me mataron mucho. Mi segundo nacimiento fue en una ambulancia y tenía once años, "alguien" lloraba dentro mientras me miraba atentamente, y la sirena y las luces funcionaban a todo meter; así que en el fondo se pareció un poco al primero, aunque este no lo recuerdo.
Nací transmutado. Si no naciera uno distinto, ¿para qué morirse? Si uno no puede nacer ave migratoria y conocer el mundo, o junco clavado en el agua, o mestizo de atlante y tuareg de las arenas infinitas; no merece la pena morirse ni una pizca. De no ser así, yo sólo me moriría por aburrimiento.
Así que en este mi segundo nacimiento, volví al mundo sin miedo a la soledad y con una semilla de fortaleza metida en el estómago. También nací con una fe de nueva hornada, pensada para caducar... Ya no fabrican las cosas como antes.

La segunda vez, morí en Dublín. Fui muerto de los que engrosan listas de daños colaterales. El mar atacó a mi padre, que siempre estuvo rondándolo al límite, y cruzaron disparos de artillería para delimitar las nuevas fronteras. A veces las balas toman el camino más inverosímil y una me llegó al pecho aún estando a miles de kilómetros del humo de los cañones.

Nombre: Samuel G. G. 
Edad: 20
Causas de la muerte:
Fallo multiorgánico. Desintegrado con la metralla, al explotar un proyectil de calibre indeterminado clavado entre la tercera y cuarta costilla a la izquierda del esternón. Se encontraron sus gafas y un trozo del tobillo izquierdo.

Fecha y Hora:
No se puede determinar el día, pero sí la hora: 7.30 a.m.

Certificaron mi defunción así. No se estilan los funerales fastuosos en estos casos de muertos civiles en situaciones de guerra. Y menos si hay que rendir tributo a un tobillo y unas lentes de 2,5 dioptrías arañadas. Así que para no tirar nada, al nacerme me mantuvieron un tobillo ya defectuoso y la miopía. Por lo demás, nací en el campo de Gibraltar y ya no era ellos, ni nosotros ni ellos, era yo, no la extensión de nadie más. La amputación tardó años en mal cicatrizar, y aún creo que escuece en días de humedad cuando el viento viene de levante.

La tercera y la cuarta ya las he contado aquí:

La tercera vez que pasé la frontera, fue un trece de septiembre. Fue de estas muertes que se ven venir de lejos, quien diga que uno no puede prepararse para la muerte es que no se ha muerto nunca. Me entregué en paz, con la frente alta y sin miedo. Las causas... Múltiples, contagios de desesperanza y hastío; de decepción, desesperación y cansancio, alguien jugó con la caja de fusibles, creo que yo mismo en mis noches de sonámbulo, y acabé por extinguirme falto de luz.
 Nacer, pues nací solo, pero ya no me importaba. Allí no estaba nadie ni falta que me hizo. Fui capaz de dibujar espectros dónde no habia ninguno, y así tener algo de compañía y paredes muy sucias. Nací con el tobillo y los ojos sanos, todo hay que decirlo.

La cuarta vez, me había convertido en un embrión de padre, esposo y amante, y fui asesinado de cáncer como de una puñalada. Los detalles para otra ocasión.
Sobre mi vuelta a la vida, nací en la calle y sin absolutamente nada, como los parias que había conocido en India meses antes. Porque los parias existen, no creas que no, el mundo está lleno de ellos, y si no los ves es porque no quieres, porque no te sale del alma abrir los ojos un poco y echar un vistazo a cualquier sitio, ¡qué no hay que escudriñar en lo más oscuro y remoto de otro continente! En resumen, y no quería decirlo así, porque no te da la gana echarles una mano.
La cosa, que me pierdo, es que yo si tuve la suerte de ser rescatado, tuve toda la ayuda que necesité y más. No tener nada y que, a la vez, eso sea todo lo que necesitas, te hace ver el mundo con otra cara. No recuerdo una vida más feliz que esta que ahora vivo; Aunque haya enfermado y casi me ahogara un par de veces, en cuerpo, y en espiritu; aún no me he muerto. Nací con mucho que amar y agradecer, sin buscar contrapartida, porque ser dueño de algo a un paria le saca de su casta de intocable y le vuelve miserable y mezquino.

Y así hasta ahora, renaciendo también un poco a cada instante, que es el único don que tuve en todas mis vidas. Renaciendo...

Pancha Nadai Pallavi Kiravani by Shankar on Grooveshark



1 comentario:

Anónimo dijo...

Simplemente, genial! ^^