Esta semana la ministra de cultura, Carmen Calvo, nos ha ofrecido unas nuevas joyitas en defensa de los babosos gestores de derechos mal llamados intelectuales. La ministra, que por momentos va perdiendo el apelativo de socialista, ahora pretende dar clases de jurisdicción a las jueces. En la Primera Mesa del Cine aleccionó a los juristas sobre lo dañino de varias sentencias que ponen en tela de juicio las tropelías con las que las sociedades de gestión de derechos tratan de someter al pueblo llano, terminando su exposición con un contundente 'La cultura no puede ser gratis'.
La primera conclusión a esto es que el retraso mental no es impedimento para llegar alto en política.
La segunda reacción natural de cualquier persona normal es un '¿Cómo que no?'
La cultura puede ser gratis. Claro que puede ser gratis. Y no sólo gratis, ya que si avanzamos un poco más en la idea nos hallamos ante una realidad mucho más amplia y, por supuesto, mucho más esperanzadora:
La cultura puede ser
LIBRE.
A lo largo de la historia la cultura entendida como arte, nunca ha sido la principal fuente de sustento, excepto para los creadores más excepcionales o privilegiados. Y, a todos estos, el dinero no les vino del
pueblo. Si no gracias a los estados, a los gobernantes, a los grupos religiosos y a algo llamado mecenazgo.
Conceptualmente, tal como yo lo entiendo, la creación artística se debe a un afán creador del individuo. Este afan creador, cuando es puro, se satisface a si mismo en el hecho de crear. Es decir, un pintor debe pintar por que su creatividad, su inspiración, se lo pide, y obtiene recompensa en el mismo acto de pintar y en el de ver su obra acabada. En el caso de un compositor o un escritor, por ejemplo, se puede establecer una analogía perfecta. Se satisfacen mientras construyen su creación y, también, una vez está acabada, como si de un hijo se tratara. Para los interpretes musicales, bailarines o actores, el proceso no es el mismo, pero, aún así, podemos decir que el patrón por el que cualquier artista crea y se siente recompensado es similar para todos los géneros. No en vano, existe la frase hecha que reza: 'por amor al arte'. Todos entendemos su significado.
Llegado a este punto, para mi, un creador ya se puede considerar más que pagado. No significa esto que sea ilegítimo aceptar dinero u otro tipo de remuneración por parte del 'espectador', el que disfruta de la obra. Pero es ilegítimo exigir una cantidad de dinero sin consideración de la calidad de la obra o de si realmente se ha hecho uso de ella, bajo justificaciones tan pobres como la necesidad para la manuntención.
Si cualquier persona sin incapacidad manifiesta intentara exigirnos dinero argumentando que lo necesita para sobrevivir y manifiesta orgulloso que no realiza ninguna actividad productiva pudiendo hacerlo ¿qué pensarías?
Yo pensaría, primero y en función de la presión que ejerza sobre mi, que es un ladrón y, segundo, que lo que tiene que hacer es trabajar. Siendo claro y meridiano:
SER MÚSICO, excepto para una minoría que acoge ídolos de masas y currantes de la carretera y el escenario, NO ES UN TRABAJO.
SER ESCRITOR, si quitamos la minoría que escribe en los medios o tiene una obra de categoría muy destacada, NO ES UN TRABAJO.
SER DIRECTOR DE CINE, menos los cuatro gatos que copan las carteleras, NO ES UN TRABAJO.
Si a Melody, Miguel Ríos o María Jiménez, adentrándonos en el mercadeo de la musica, no les da para comer, por mi que se jodan y trabajen como todo el mundo. Hay verdaderos artistas tocando en el metro que, sin lugar a dudas, merecen más que las remuneraciones que reclaman estos vividores y tengo amigos con muchísimo más talento que ellos y que otros con más talento que ellos, y tienen trabajos 'normales', por que la música, que es su verdadera pasión, no les da para vivir, y a pesar de eso siguen haciendo música. Digo yo que alguna recompensa debe darles esa actividad para que no la dejen a un lado.
La cultura puede ser libre y gratis, por que la verdadera cultura nace de afluentes totalmente ajenos a las legislaciones y al dinero. La cultura proviene del deseo de crear y del exhibicionismo del artista, por que en estos dos puntos reside todo su poder creativo; Y, por supuesto, la cultura se fomenta, crece y se hace plena gracias a la libre circulación de las ideas, a la libertad con que una obra de arte entra en el alma de una persona y sale de ella, quizá transformada, amplificada o reflejada en los actos de la persona.
¿Qué sería hoy el flamenco si hace 100 años los cantaores hubieran impedido que en la calle cantaran sus fandangos, sus alegrías o sus rumbas? Y lo que, de veras, deberíamos preguntarnos es, si nuestros 'artistas' finalmente logran traicionar su integridad y prohibir ese transito libre de sus obras, ¿Quién se acordará de ellos o su obra dentro de 100 años?