Respuesta a wickedeyes-elka por su The Passive Generation
Elka lamentaba la pasividad de nuestra generación y la inevitable decepción a la que se ha visto abocada ante unas imposibles expectativas creadas por un sistema que no es capaz de satisfacerlas.
Para estar decepcionad@, primero hay que ser consciente de lo que se espera o se desea o se quiere alcanzar y, sobre todo, de lo que se tiene.
Tenemos mentiras, señuelos que seguimos y picamos hasta que nos atrapan y somos arrastrad@s y engarzad@s como perlas opacas en los collares que se pone la esposa o la querida de algún accionista mayoritario. La empresa de este accionista mayoritario comercializa ipods, ordenadores portátiles y mobiliario de diseño, entre espacial y setentero. Y hemos acabado por creer que nos gusta y compramos. La tercera subcontrata de la sociedad limitada de los padres de su mujer construye casas y, como necesitamos un lugar donde poner nuestros muebles galácticos y ver películas para intelectuales que compramos con nuestro PC que de igual modo compramos, también una vivienda para ello compramos, a pesar de que el precio al que hay que hacerlo, también es mentira al no corresponderse con su valor. A fin de cuentas, eso no importa, porque es más sencillo y cómodo agachar la cabeza y comprar, que salir del sibilino juego y gritar hasta que sólo seamos huracán. Pero para que pase esto hay que ser consciente de lo que se espera o se desea o se quiere alcanzar y, sobre todo, de lo que se tiene. Así es la nueva esclavitud. Esclavitud que celebramos pasívamente mientras nos bebemos la sangre de quienes se quedan en el camino.
Vemos lo que quieren que veamos y piensan lo que quieren que pensemos y, de este modo, creemos que las casas valen cientos de miles de euros, que en un sitio llamado Euskadi existen cuantro descamisados que quieren matarnos a todos, que el banco quiere lo mejor para las personas; perdón, los ciudadanos; perdón, los clientes; perdón, los esclavos; creemos que no existen las falacias, por que nuestra democracia no puede ser una, aunque cumple la definición a rajatabla; y creemos que no podemos parar el cambio climático y que somos incapaces de cambiar el mundo; perdón, no creemos que nos vaya a afectar el cambio climático ni que seamos víctimas de las injusticias; perdón, no creemos que exista cambio climático, ni que haya problema alguno... Y así, dormiditos, no hacemos nada. Como a ellos les gusta.
Perpetúan la producción a costa de la vida. Pero la vida, en el fondo, no le importa a nadie; por lo que eso no es un asunto a tener en cuenta.
Rezo al mar para que nos arrastre a todos. Pero mientras que eso no ocurre, construyo libertad en mi microcosmos... por que si algún día varios microcosmos con cargas positivas de libertad chocan en un mismo punto, según el principio de incertidubre, todo puede pasar... hasta la creación de un nuevo mundo.
¡Un abrazo a tod@s!
Elka lamentaba la pasividad de nuestra generación y la inevitable decepción a la que se ha visto abocada ante unas imposibles expectativas creadas por un sistema que no es capaz de satisfacerlas.
Para estar decepcionad@, primero hay que ser consciente de lo que se espera o se desea o se quiere alcanzar y, sobre todo, de lo que se tiene.
Tenemos mentiras, señuelos que seguimos y picamos hasta que nos atrapan y somos arrastrad@s y engarzad@s como perlas opacas en los collares que se pone la esposa o la querida de algún accionista mayoritario. La empresa de este accionista mayoritario comercializa ipods, ordenadores portátiles y mobiliario de diseño, entre espacial y setentero. Y hemos acabado por creer que nos gusta y compramos. La tercera subcontrata de la sociedad limitada de los padres de su mujer construye casas y, como necesitamos un lugar donde poner nuestros muebles galácticos y ver películas para intelectuales que compramos con nuestro PC que de igual modo compramos, también una vivienda para ello compramos, a pesar de que el precio al que hay que hacerlo, también es mentira al no corresponderse con su valor. A fin de cuentas, eso no importa, porque es más sencillo y cómodo agachar la cabeza y comprar, que salir del sibilino juego y gritar hasta que sólo seamos huracán. Pero para que pase esto hay que ser consciente de lo que se espera o se desea o se quiere alcanzar y, sobre todo, de lo que se tiene. Así es la nueva esclavitud. Esclavitud que celebramos pasívamente mientras nos bebemos la sangre de quienes se quedan en el camino.
Vemos lo que quieren que veamos y piensan lo que quieren que pensemos y, de este modo, creemos que las casas valen cientos de miles de euros, que en un sitio llamado Euskadi existen cuantro descamisados que quieren matarnos a todos, que el banco quiere lo mejor para las personas; perdón, los ciudadanos; perdón, los clientes; perdón, los esclavos; creemos que no existen las falacias, por que nuestra democracia no puede ser una, aunque cumple la definición a rajatabla; y creemos que no podemos parar el cambio climático y que somos incapaces de cambiar el mundo; perdón, no creemos que nos vaya a afectar el cambio climático ni que seamos víctimas de las injusticias; perdón, no creemos que exista cambio climático, ni que haya problema alguno... Y así, dormiditos, no hacemos nada. Como a ellos les gusta.
Perpetúan la producción a costa de la vida. Pero la vida, en el fondo, no le importa a nadie; por lo que eso no es un asunto a tener en cuenta.
Rezo al mar para que nos arrastre a todos. Pero mientras que eso no ocurre, construyo libertad en mi microcosmos... por que si algún día varios microcosmos con cargas positivas de libertad chocan en un mismo punto, según el principio de incertidubre, todo puede pasar... hasta la creación de un nuevo mundo.
¡Un abrazo a tod@s!
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